Las cosas no han salido como se han planeado, mas de tres años de espera basandome en un plan ambicioso que llevar a cabo no dependía de mi por completo, y de cierta manera pienso que ha sido lo mejor, para todos.
Me refiero a que estuve esperando la aprobación de un visado para poder llevar a cabo mis estudios en el exterior y después de haber recibido la beca tan anhelada… y la Visa fue rechazada por “falta de dinero”… bueno, siempre lo que pasa es lo mejor.
Estoy en Maracaibo, calurosa tierra de gente un tanto apática que no parece haberme criado, pero aquí estoy pensando que tengo mucho que enseñar y que aprender. Después de algunas propuestas de trabajo, interesantes proyectos y muchas ganas de estar en familia, me sigo topando con sinsabores de mi gente “maracucha”.
Las clases de yoga en La Estancia PDVSA son momentos de enseñanza continua que he tenido en estos últimos meses de espera. Digo esto porque a pesar de tener 6 años (un poco interrumpidos) practicando yoga, mis mayores maestros no están en la India ni en el Tibet, están aquí, a mi alrededor, mis amigos, compañeros, recién conocidos, los que vienen por conocer, mi hija claro… y siempre estoy en constante aprendizaje.
Hoy, cuando estaba en camino a la clase de Yoga en La Estancia, una señora se me adelanta en el carrito velozmente me esquiva y se sienta en mi puesto, yo prácticamente quede sentada encima de ella, quede muy sorprendida y le dije: Señora, no sea tan pasada, yo estaba esperando mucho antes que usted. Ella muy sonriente me dio un leve empujón con su codo y me dejo parada en la acera mientras yo la miraba perpleja cuando cerraba la puerta y le decía que era atrevida, ella sin vergüenza, asentaba con la cabeza. Me monte inmediatamente pero sin prisa en un autobús y no podía parar de pensar en el hecho que acababa de acontecer, diciéndome a mi misma: esa señora debería practicar Yoga para que aprendiera a respetar a los demás y pueda actuar de una manera pacifica dentro de un todo en el cual “todos” (sin poder evitarlo) estamos inmersos y que en Maracaibo hacia falta una brigada de gente bondadosa que luchara en contra de las injusticias “una brigada anti-injusticias”. Cuando me dispongo a acomodarme en para comenzar la práctica, mi sorpresa!, la señora estaba caminando en dirección a mi dispuesta a poner su toallita, sin darse cuenta de mi presencia camine hacia ella y la aborde: Señora fue usted? Ella respondió un “sí” con su cabeza con un aire presumido - … bueno ya que esta aquí, digame por que me hizo eso? – ella esquivandome con cuerpo y mirada, no decía ni una palabra, hasta que no aguanto y me dijo voy a gritarle a seguridad!, yo insistí diciéndole que si ya había venido a clases de yoga, ella debia mas o menos entender de dicha filosofía, de la paz, traquilidad… de repente ella grito: seguridad, esta mujer me esta molestando!, todos voltearon impresionados para ver lo que estaba pasando (a estas clases de yoga van mas de 100personas a diario)… Señora solo digame para poder entenderla, insistía yo, yo soy instructora de yoga y no tengo nada contra usted… llego seguridad, ella decía que la estaba molestando y gritaba que me yo solo estaba si porque me quitó el puesto en el “carrito”, les explique con una vos suave (que mantuve desde que comenzó la conversación) que yo solo quería que la señora me explicara su actitud y que si no que al menos me pidiera la disculpa que me merecía (eso no lo debí pedir, a nadie se le exige una disculpa, eso nace desde el corazón). Ahí quedo la conversación, dí media vuelta y me acomode a menos de dos metros de ella.
La naturaleza del Yoga comenzó a surtir efectos y en Savasana se me salieron las lágrimas mientras reflexionaba acerca de la situción, se me hizo difícil concentrarme, me sentía mal por mi, porque fue tratada injustamente y por esa señora que necesitaba ese momento de relajación e introspección mucho mas que yo y que quizás se sentía desdichada y yo le pedía explicaciones de sus actos cuando ella solo quería (quizás) descargarse con el mundo porque las cosas no le han salido bine últimamente. En el momento de Namasté inicial tenía tanta impotencia que no le dirigí la mirada estando ella a mi lado, pero mientras mas respiraba, mas sentía compasión de ella y finalizando la miré y le hice una reverencia-saludo Namasté, ella nunca volteo hacia mi.
Me ha costado dejar de pensar en ello, en la razón de mi reacción, me dí cuenta que fue una salida para aquellos resentimientos que están anclados en algún lugar de mi ser, un reflejo del no poder olvidar, porque simplemente me cuesta olvidar… y que hay algo mas en lo cual trabajar estas enseñanzas dentro de mi ser, observar y aceptar, solo eso, no hay tiempo para divagaciones ni lamentos, la frustración por un acontecimiento es solo un reflejo de un pasado que no hemos querido aceptar.
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